Soy el dueño de mi destino
Probablemente, una de las cosas que los seres humanos más deseamos y valoramos es la libertad y el sentirnos dueños de nuestra vida. Cuando esto ocurre, el miedo y la ansiedad, tan habituales en nuestros días, son sustituidos por la seguridad y la serenidad. Sin embargo, muchas personas no se sienten ni libres ni dueñas de su vida, se sienten atrapadas en las realidades en que viven y con poco margen de maniobra para cambiarlas.
En esta situación es difícil encontrar la felicidad y la plenitud que todos deseamos. Pero si miramos el problema con más detenimiento, nos damos cuenta de una distinción fundamental: la diferencia entre sentirse y ser. Que no nos sintamos libres y dueños de nuestro destino no implica que no lo seamos, de la misma manera que no sentirse atractivo o atractiva no implica que no lo seamos. En nuestra percepción de la vida, el componente subjetivo tiene un peso muy grande y da forma a la realidad en que vivimos porque nuestra realidad es siempre una percepción.
El gran filósofo Emmanuel Kant decía: “no sabemos lo que hay ahí fuera”, refiriéndose a la realidad exterior, “de lo único de lo que podemos ser conscientes es de los fenómenos mentales, de la realidad que nuestro cerebro crea para nosotros”. Esta misma verdad la encontramos en las tradiciones espirituales cuando afirman, como la tradición hindú, que vivimos dentro de una ilusión, lo que ellos llaman “maya”.
Indudablemente que nos podemos encontrar en una situación de vida en la que nuestra libertad esté limitada: tenemos que ir todos los días al trabajo, tenemos que ocuparnos de nuestra familia e hijos, tenemos que pagar la hipoteca… tenemos, tenemos, tenemos. Todos estos “tenemos” parecen ir en contra de nuestra libertad y de ser los dueños de nuestra vida y de nuestro destino. Y aquí es donde está la clave porque la realidad es que no tenemos que hacer ninguna de estas cosas sino que “elegimos” hacerlas. Aunque a simple vista pueda parecer lo contrario, en todo momento estamos haciendo una elección, estamos “decidiendo” ir al trabajo, ocuparnos de nuestra familia o pagar la hipoteca ya que podríamos decidir hacer todo lo contrario porque tenemos esa libertad. Cuando tomamos conciencia de este hecho, nos empezamos a sentir dueños de nuestra vida porque somos nosotros los que decidimos.
Esto nos lleva al título de este post “soy el dueño de mi destino”. Para poder ser los dueños de nuestro destino, primero hemos de ser los dueños de nuestra vida. Una vez que lo somos, y que tenemos conciencia de que todo lo que hacemos día a día son elecciones, se abre ante nosotros la posibilidad de realizar elecciones que nos conduzcan a vivir la vida que deseamos vivir. Innumerables personajes de la historia, y muchas de las personas que nos rodean en nuestra vida diaria, nos muestran cómo el ser humano tiene la capacidad de crear su vida y su destino. Para ello, lo primero, creer que puedes; y lo segundo, ponerte manos a la obra haciendo las elecciones y tomando las iniciativas que te lleven a donde quieres estar. Y paso a paso, nota a nota, ir componiendo la sinfonía de tu vida.
Que tengas un gran día.
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