La aventura de la vida
Supongo que es por mi propio carácter, pero creo que a muchísimas personas les pasa igual que a mí, nos gusta la aventura. Sólo con pensar en viajes, en experiencias nuevas, en conocer lugares y gentes, el corazón se nos pone a latir con más fuerza como diciendo: sí, sí, quiero eso, quiero eso, cuándo nos vamos.
La verdad es que la aventura es tremendamente estimulante y nos permite recargar las que yo llamo “pilas del alma” que normalmente se suelen descargar bastante con la rutina del día a día. Los viajes son una excelente manera de recargar estas pilas porque nos sumergen de lleno en lo nuevo y distinto. No hace falta que nos vayamos a escalar el Himalaya o adentrarnos en la selva amazónica; la aventura se produce cuando salimos de la rutina y nos sumergimos en nuevas experiencias, y en los viajes esto ocurre de forma casi automática, por eso resultan tan estimulantes.
Cuando salimos en un viaje vamos en modo “explorador”, queremos ver cosas, visitar sitios, probar comidas distintas, asombrarnos, emocionarnos, explorar, aprender, conocer gente nueva. Todo ello, o una mezcla, está siempre presente al emprender un viaje. Pero luego, al volver a casa, entramos de nuevo en nuestra rutina y alimentamos nuestra alma pensando en el siguiente viaje. Utilizo intencionalmente la expresión “alimentar el alma” porque una de las necesidades del espíritu humano es precisamente la de descubrir y experimentar la vida. Esto se ve claramente cuando somos niños y funcionamos siguiendo nuestros impulsos naturales que nos llevan a querer explorarlo todo y a descubrir y aprender. Luego, a medida que vamos creciendo y el proceso educativo va haciendo su labor, nos vamos alejando de estos impulsos y siguiendo las pautas que la sociedad nos marca. Esto en sí no es ni bueno ni malo porque la educación es necesaria y nos ayuda a desarrollarnos y a construir nuestra persona. Sin embargo, la desconexión con nuestra naturaleza y no atender sus necesidades tiene un efecto en nuestros niveles de satisfacción vital, de felicidad, de alegría de vivir e incluso de salud.
La aventura, entendida ésta como explorar, descubrir y experimentar, es una necesidad de nuestra naturaleza que busca su satisfacción. ¿Quiere esto decir que tenemos que dedicar una parte de nuestros ingresos a hacer viajes? No, claro que no, no es a ese tipo de aventura al que ahora me refiero, sino a la aventura de la vida.
Si miramos nuestra vida desde el día que nacimos ¿no ha sido una verdadera aventura?. La historia de nuestra vida es la historia de una aventura en la que han ocurrido cosas, lo creamos o no, que son tremendamente interesantes y de la que se podría hacer una película de esas que te enganchan tanto que no te puedes levantar del sillón. Pero no es sólo lo que ha ocurrido, sino lo que ocurrirá en el tiempo que nos queda en este viaje que llamamos vida. Cuando vemos y nos tomamos nuestra vida así, todo adquiere un color mucho más intenso y la vida se vuelve interesante y estimulante.
Tres sugerencias que te hago hoy:
1. Toma plena conciencia de que tu vida es una aventura muy interesante
2. Busca explorar, descubrir y aprender cada día
3. Mira al futuro y no veas algo ya definido y prefijado y siente en lo profundo de tu corazón la emoción de lo desconocido y por venir. No caigas presa de esa necesidad del ego humano de seguridad y de tenerlo todo atado y planeado que ahoga el alma. Vive como si hoy fuera tu primer día y como si fuera el último.
Que tengas un gran día.
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Comentarios
ingrid
Hola , me gustaría leer tu libro, pienso exactamente igual que tu, de hecho intento aplicarlo y enseñarlo en excelencia en mi vida. «vedere la bella vita come una grande avventura». un abrazo y tfekicidades por esta bella mision de vida.
Juan Manuel Martín Menéndez
Hola Ingrid, muchas gracias por tu comentario.
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